"Las cosas no me fueron difíciles en la vida, nunca me tocó sufrir problemas de dinero, ni problemas de divorcios de padres, ni problemas escolares, digamos que siempre tuve una vida lo suficientemente calma como para aburrirme hasta límites insospechados. Lo cual no quiere decir que haya tenido una vida perfecta, muy por el contrario: creo que tanto aburrimiento y tanto “no pasa naranja” me llevaron a preocuparme por la nada misma. Será por eso que todo me aburre, todo tiene su cuarto de hora conmigo, y a veces me pregunto si esa será mi eterna condena. Me extraña y atemoriza saber que quizás sí soy aquello, una versión desmejorada de lo que fui. Desmejorada, pienso yo, mejoradísima pensarán otros. Yo no lo sé, simplemente vinieron a tocarme la puerta decenas de fantasmas olvidados. No quiero que me invadan y sin embargo los busco compulsivamente, los busco para cerrar un capítulo, por fin cerrar algo, en mi vida. Quiero ser la mujer del futuro prometedor, la que sonría sin tener que esforzarse. Necesito saber, necesito tener garantías de que en algún momento voy a ser feliz con continuidad; que mis desvariaciones van a acabar en algún momento, en algún futuro cercano. Quiero dejar de ser inconstante y absurda y quiero por fin poder tomar una decisión que dure más de cinco minutos. Quiero ser fuerte. Quiero tantas cosas, y aquello es un signo de fortaleza. Antes no quería nada, no quería, era la negación en persona. Cuando volvemos al pasado, cuando sobrevolamos las penas es importante tener una referencia de realidad. A mí, esa referencia no me está funcionando, a ratos la pierdo y me pierdo. En mi caso, no estoy sobrevolando las penas, estoy penetrándolas con fuerza, o ellas a mí, en todo caso. Inspeccionando cada una de ellas, revisando los ecos archivados, recordándolos, escuchándolos una vez más. Cada eco desintegra algo de mi entereza, de aquella que supe construir estos años. Muchas veces tengo miedo de hundirme en una dimensión desconocida, aquella entre lo absurdo y lo real. Si no tuviera espejos o si viviera sola me demoraría quizás días hasta encontrar una referencia de realidad que me indique en qué día estoy, qué hora es, dónde estoy o quién soy. No quiero perderme, no quiero tampoco renegar ni arrepentirme, simplemente ahora estoy en otra etapa de mi vida, donde tampoco tengo fuertes referentes ni pilares que me sostengan pero al menos soy un acróbata con lazos algo más fuertes y estables. Me llena de impotencia y dolor escuchar frases que se repiten. Que algunas de las cosas que me llenan de ilusiones sean las mismas que me desalientan. Que una persona pueda causarme rechazo y amor al mismo tiempo. Que pueda amar y casi odiar por momentos con similar intensidad a la misma persona. ¿Cómo puedo no confundirme? Si al mismo tiempo estoy tan rodeada de gente, de lugares comunes, de frases célebres y palmadas en el hombro que no ayudan en nada. Necesito saber que estoy viva, que si me muero alguien se va a preocupar, que alguien me espera o que al menos alguien sabe dónde estoy; Entonces lo llamo una vez y no contesta. Mil pensamientos cruzan mi mente, decido no hacerles caso. Llamo de nuevo con el mismo resultado. “Usted se ha comunicado con…” No, no me comuniqué con nadie. Son más de las once de la noche y estoy sentada en mi banco esperando alguna señal. El tercer llamado tiene un diferente destinatario. Me atendés, hablas conmigo, me das un marco de referencia, corto. Respiro, estoy viva. Estoy dispuesta a mirar lo que yace en el fondo o en el camino hacia el fondo del abismo, pero necesito una mano que me sostenga solo por si me resbalo. Quiero que lo entiendas, o quizás sea menos prepotente: me gustaría que lo entendieses. Pero no siempre hay manos que te sostengan. Aquellas que sé se ofrecerían sin dudarlo no son tan fuertes como para sostenerme sin caerse conmigo y realmente no quiero, no quiero que nadie lo haga."
Absurda.
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