“Me usó como si fuese un estilo de premio consuelo. Me habló de aprecio y de compartir la misma cama. Me pidió que siempre confiara en él si algo me perturbaba, y que no me lo guardara para mi misma. Cumplí, siempre cumplí como mi parte de ese estilo de contrato que estuvimos dispuestos a formar metafóricamente. Nunca visualicé la letra chica, jamás pensé que aquellos pequeños detalles me traicionarían un día. Hoy me encuentro con que confiar en él ya no es una opción. Cuando se iba repentinamente yo lo esperaba. Esperaba que cambiase, que algún día me pudiera querer, que algún día me dedicase más que un pensamiento apasionado, que sintiera, que cuando me viera temblara como yo lo hacía cuando él me rozaba. Quería que me besase y se aferrase a mí, que se quedara conmigo. Pero esa no era su suerte, él había creado todas estas excusas que lo justificaban al ir y venir, él nunca podría aferrarse a una sola chica, él necesita irse de flor en flor, ya que una única lo aburriría. ¿Y se habrá enterado de que ya no me importa? Convirtió mis pensamientos en unos exactamente iguales a los suyos, ahora soy todo lo que odiaba… Una especie de máquina sin amor, me enseñó a no sentir. Al fin y al cabo, nos usamos mutuamente.”
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