“Y ahora dime, dónde tienes una pared para que yo abra en ella una ventana y pueda visitar tu corazón sin que te des cuenta, sin que lo defiendas con infranqueables fosos de castillo feudal. Porque sé que de hoy en adelante va a ser difícil que yo pueda alcanzarte. Los que pretendían salvarnos han interpuesto una montaña entre nosotros y tendremos que dejar el aliento subiendo empinadas cuestas para encontrarnos en la cima. Si es que no nos despeñamos en el intento. Fíjate: antes nuestro amor era las cataratas, el diluvio universal, un nacimiento, una agonía. Ahora es apenas una distancia, una ausencia, es algo que hay que intentar, es un lugar al que hay que llegar. Dejamos que nos arrancaran al uno del otro. Dejamos que se metieran en nuestros laberintos, se lavaran las manos en nuestro vino, deshojaran las flores de nuestros floreros. Sí, tú dirás que nos quieren… Pero ¿Pueden quererte más de lo que te quiero? ¿Pueden quererme más de lo que alguna vez me quisiste? ¿Saben ellos, mejor que yo, como se quiebra tu ira, poco a poco, cómo se hace pedregullo y luego ceniza, y una caricia mía la desparrama en el aire, sin que queden ni siquiera huellas? “Es lo mejor para ustedes.” ¿Lo mejor para nosotros? ¿Lo mejor esta soledad, este morir de no escucharte, no tocarte, de que no me tengas? ¿Dónde tienes un camino para llegar a ti? Tiéndeme la mano, tiéndeme el alma. No me dejes en este silencio, en esta quietud.”
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