2012 ©Takingoutmyfreak. By: Antonella Bianchi.


Equivocaciones que se convierten en lecciones.  
 ( Cometí muchos errores en estos catorce años, errores irremediables, como todos. Ya que por más que uno quiera, volver al pasado es completamente imposible. La edad que más me marcó fue a los trece años. Lloré por quien no debía, por personas que no valían ni un mínimo lamento. Gracias a esa gran equivocación, aprendí el verdadero significado de la frase: “Nadie merece tus lágrimas, y quien las merezca no te hará llorar.” Traté mal a gente inocente que lo único que deseaba era ayudarme, y abrirme los ojos… Pero yo, tan indiferente y terca como siempre me cegaba ante la realidad y hacía oídos sordos a los consejos que me otorgaban las personas que realmente me querían. Sufrí por chicos que sinceramente, no merecían la pena. Desde cierta perspectiva, preferí cambiar a mis amigas cercanas por supuestos amores, y llegué a perder la comunicación con ellas durante semanas. Gracias a ese error, aprendí que los chicos vienen y van, pero las amigas son para siempre, son las que están, las que perduran.  Perdí grandes oportunidades por el simple hecho de tener miedo, oportunidades irrepetibles quizás, y luego me arrepentí. Pero esto me aleccionó de tal forma que aprendí que con los miedos no se llega a ningún lugar, y debemos afrontar con el máximo valor posible las situaciones que nos presente la vida. Tuve varias discusiones seguidas con mis papás, principalmente con mi mamá, que buenamente lo único que quería era ponerme los pies en la tierra y despertarme de ese sueño en el que estaba, hacerme reaccionar para mi propio bien. Tarde, luego de un año comprendí que no se puede vivir solamente de fantasías y de malhumor, tampoco de sorderas e indiferencia. Sentía tristeza, un vacío enorme, me encerraba en mi habitación e ignoraba la realidad, ponía una sonrisa falsa y ocultaba la angustia. A los trece años todas las advertencias que la gente me daba respecto a los estudios eran cien por ciento ciertas, pero yo ignoraba avisos y los tomaba como sermones absurdos, y terminé repitiendo el año. Hasta el día de hoy, y creo que lo seguirá siendo, fue una de las experiencias que más me marcó la adolescencia. Aprendí gracias a ese error fatal, que sin perseverancia, valor, esfuerzo y voluntad, es muy complicado - por no decir inverosímil - llevar a cabo tus objetivos. Y como escribí al principio, volver al pasado es completamente imposible, pero el único remedio que queda ante el resentimiento de no poder cambiar lo que ya hiciste, es justamente no vivir del pasado, porque la esencia de la vida es ir hacia delante. Llevarte lecciones de todas aquellas equivocaciones, aprender de tus caídas para no volver a tropezar con la misma piedra, e intentar mejorar cada día en el aspecto que vos lo desees, en primer lugar como persona. Y ahora, que estoy a siete días de cumplir quince años, me llevé grandes enseñanzas. Supongo que llevarte lecciones son las ventajas de ir creciendo. Nadie es perfecto. )

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